"Sobre la enorme mesa besó mi cuello, mis pechos y yo hundí los dedos en su espalda"

Por fin me decidí a hacer algo. Cuando le vi, como casi cada mañana, en el vestíbulo de la estación de tren me "tropecé" con él. En el choque cayó su casco de moto. "Uy, perdona", dije. "No pasa nada, estás bien?", me contestó. "Sí,es que voy un poco dormida", me excusé. Sonreímos y nos miramos unos segundos, luego cada uno siguió su camino. Al día siguiente otra vez en la estación nos saludamos y se paró para preguntarme qué tal, si estaba dormida y a invitarme a un café.

'Ya está, ya podemos tomarnos el café', pero no hubo café, nos volvimos a besar

Acepté y hablamos de todo un poco…, media hora más tarde nos despedimos, él perdió su tren y yo llegué tarde al trabajo, por eso quedamos en vernos al día siguiente un poco antes. Cuando nos vimos le llevé a un café cerca de mi trabajo y en un momento, no sé cómo, nos estábamos besando; el mundo se paró, no exitía nada ni nadie, sólo sus labios, ese beso dulce, largo; …cuando nos separamos nos quedamos en silencio. "¿Te veré mañana?", dijo él; "¿si quieres…?", dije. El tercer día empezó igual, en la estación, me inventé que tenía que hacer algo en la oficina para que me acompañase. Encendí el PC, hice que enviaba un mail y le dije: "ya está, ya podemos tomarnos el café", pero no hubo café, nos volvimos a besar, suave, lentamente pero intenso, no podía respirar, la cabeza me daba vueltas, iba a desmayarme y en el estómago tenía un nudo.

Sus manos se colaron por debajo del jersey, me estremecí, enredé mis dedos en su pelo rubio, su nuca ardía, nos estrechamos más, los besos se volvieron más apasionados, más ansiosos y mientras nos besábamos entramos en la sala de reuniones; metió sus manos por debajo de la falda y bajó mi ropa interior, yo desabroché sus pantalones y bajé la suya, sobre la enorme mesa besó mi cuello, mis pechos y yo hundí los dedos en su espalda; nos dejamos llevar de pasión, sus gemidos y los míos se mezclaban y se perdían en el vacío de la oficina. Al acabar nos quedamos sentados en la mesa, riéndonos del "escándalo", ruborizados de la "locura"; entonces me preguntó: "¿nos veremos mañana?". "Si quieres...", dije yo.

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